Del dolor físico al agotamiento emocional: las razones que nos frenan
Dolor y malestar constante
La enfermedad articular se manifiesta con uno de sus primeros síntomas: el dolor. Al principio, puede ser leve y esporádico, pero con el tiempo se intensifica y se vuelve crónico. El dolor impide realizar actividades cotidianas: comer, caminar, trabajar e incluso descansar. Como resultado, la persona se irrita fácilmente, se cansa y su calidad de vida disminuye significativamente.
Restricción de movimiento y pérdida de movilidad
La inflamación articular y el daño del cartílago provocan rigidez en las articulaciones. Esto significa que el movimiento se vuelve cada vez más difícil: ya no se pueden mover los brazos y las piernas con libertad, y se requiere más esfuerzo para vestirse, preparar comidas o incluso simplemente caminar. La pérdida de movilidad afecta directamente la independencia y hace que la persona se sienta dependiente de los demás.
Hinchazón, inflamación y deformidad externa.
La enfermedad articular suele provocar la acumulación de líquido en los tejidos, lo que provoca hinchazón. La articulación inflamada se calienta, duele y pierde su forma natural. Con el tiempo, si el problema no se trata, puede desarrollarse una deformidad articular, que no solo dificulta el movimiento, sino que también genera molestias visuales.